miércoles, 3 de noviembre de 2010

Quinto intento: Bicitaxis

A pesar del prefijo, un bicitaxi es un triciclo, o sea, tiene tres ruedas y no dos, cómo cabría esperar. La palabra viene de bicicleta y taxi como fácil se adivina. ¿Cómo convertir una bicicleta en un taxi? Se preguntó un cubano que pasaba hambre en el período especial e inventó el bicitaxi. Las tres ruedas son de bicicleta. Sobre las dos ruedas traseras se sostiene un asiento doble de ómnibus. Encima de todo esto va un techo de nylon que protege a los pasajeros del sol y la lluvia.

El nombre no es lo único que va mal con el invento. En la época en que surgieron, no había casi tráfico en las calles de la Habana. Ahora son un gran estorbo. Eusebio Leal ha tratado de desterrarlos de la Habana vieja por feos. Por eso la mayoría se asienta en las calles de Centro Habana, municipio adyacente y puente que une el vedado con la Habana Vieja. Centro Habana… atestado… Mi municipio.

Lo de “feos” sería lo de menos. Muchas personan se quejan por el ruido. No es que suenen, es que sus dueños suelen se amantes de la música. Para este efecto los dotan con una batería de automóvil, de camión tal vez. Luego unas buenas bocinas para amplificar y a rodar por la habana volviendo locos a todos los vecinos y transeúntes. Si alguien que no conoce los bicitaxis ha visto automóviles que viajan con sonido semejante, y piensa que eso le da una idea de la situación. No crea, es que un bicitaxi es un vehículo que se desplaza muuuuy lentamente. Por ejemplo, si usted está sentado en la sala de su casa viendo una telenovela y pasa uno, puede perderse aproximadamente dos o tres diálogos. Pero ese es un mal menor. ¿Usted cree que tiene un problema porque de vez en vez un bicitaxi irrumpe estrepitosamente en su espacio sonoro? Bueno, pues yo tengo un vecino, que maneja un bicitaxi y se pasa las horas y las horas reparándolo debajo de mi ventana y regalándonos su estrepitosa música.

Pero el ruido, después de todo, no es el problema más grave. Lo que realmente es alarmante de los bicitaxis es el manejo económico. Paso a explicar cómo funcionan. En una esquina transitada y visible se amontonan cinco o seis o más de estos vehículos con sus respectivos conductores. Pueden pasarse un día entero sin tener ningún cliente. Cuando aparece por fin alguno, no es que pueda escoger el armatoste de su preferencia o el conductor, sino que se le indica el que le corresponde, supongo que por orden de llegada de los vehículos. El cliente explica a dónde se dirige y el taxista le dice el precio de la carrera que oscila entre 20 y 50 pesos, en dependencia de la distancia, que nunca rebasa los dos o tres kilómetros. Tenga en cuenta que 50 pesos excede el salario diario de casi cualquier trabajador.

Nunca compiten entre sí, ni bajan los precios. Pueden pedir más, pero nunca menos. Uno podría pensar que si cobraran menos darían más carreras y ganarían más. Pero eso implicaría más esfuerzo, tenga en cuenta que estos vehículos se mueven por tracción humana. Además ganar mucho dinero es enriquecimiento ilícito. Son un reflejo exacto de la economía cubana. ¿Por qué trabajar más si se puede vivir con menos?

lunes, 1 de noviembre de 2010

Cuarto intento: El balcón de Ricardo

El balcón de la casa de Ricardo es una zona común. Es curioso que las aceras han dejado de ser zonas comunes, y otros lugares, que eran privados han dejado de serlo. Al final no me extraña, porque casi todo ha dejado de ser lo que era.

En Cuba el béisbol, o sea la pelota, es el deporte nacional. También es, por supuesto, uno de los juegos preferidos de los niños. No es fácil hacerse de una pelota real, así que les he visto jugar con cualquier cosa. Pelotas de papel, pedazos de plástico, tapas de pomos es la última moda. Pero sea lo que sea siempre escasean. Por eso cuando algún batazo va a parar a una lejana azotea, es casi parte del juego la hazaña de recuperar la “pelota”.
Por eso el balcón de Ricardo es una zona común. Es el pasillo por donde pasan los niños a buscar las pelotas que caen en la azotea de al lado.

Una tarde Ricardo salía del baño de su casa y se topó de repente con un fornido muchacho de unos trece años en el medio de la sala de su casa. Después de trepar por el poste de la luz, Subirse en el balcón, poner un pie en la baranda y saltar a la azotea. Para luego “pelota” en mano, hacer el camino de regreso hasta el balcón, decidió sabiamente que como la puerta del balcón estaba abierta, era mejor atravesar la sala y bajar por la escalera.

Por eso Ricardo le ha tomado un gran amor al mundial de fútbol. En la época del fútbol, la mata de jazmín que crece a duras penas en el balcón permanece incólume. Y los niños del barrio tienen menos riesgos de sufrir un accidente. Yo no sabría que decir, creo que prefiero la pelota, no es que sea nacionalista, es que un pelotazo con cualquier cosa que se parezca a una pelota de fútbol duele siempre más que uno con una pequeña tapa plástica. Sobre todo si “el niño” que patea la pelota tiene 20 o 25 años.

Pero no me entiendan mal no es que no haya parques donde jugar. Los hay, pero en verano, todos los parques están llenos de “niños” que juegan pelota, si el parque es grande puede haber más de un juego, y aún así todas las calles están también llenas de niños que juegan pelota, ya lo dije, es el deporte nacional. Y aunque la mayoría de las personas suelen tener solo uno o dos hijos, en los últimos 40 años, he visto nacer muchos niños en mi barrio, pero ningún parque.